Thursday, January 12, 2006

dos

Estimadísimo Procurador, Con gran interés leo vuestras líneas sobre narraciones fantásticas que se desarrollan bajo techos arbóreos, sectas demoníacas que han perdido el pudor del hermetismo y su no menos interesante modus vivendis en su querida Guancha. A este respecto, permítame sugerirle que, a imitación de nuestro buen amado Hardy, dedide las horas tempranas de la mañana, donde el intelecto es fuerte y la carne no es aún dédil, para el desarrollo de sus muy interesantes investigaciones tecnológicas; mas por la tarde, (¡esas tan cortas tardes!), le recomiendo que de un largo paseo por los bucólicos rincones del norte de esta nuestra ínsula... con objeto de debilitar la carne. En relación al desarrollo de la existencia de mi humilde persona, he de reconocer a V.E. que la vida en la capital ya no es lo que era antaño. En verdad, no es fácil disfrutar, en estos turbios tiempos de derroche material y miseria espiritual, de diálogos fructíferos o experiencias vivificantes. He optado por dos caminos para combatir esta situación, a saber: la Vía Práctica y la Vía Filosófica. La primera Vía me fue revelada por VE en alguna de nuestras remotas (en tiempo y espacio) conversaciones... consiste en paliar la desidia vital a base de caminar y leer; mas estas actividades no se pueden hacer así, sin más, como el vulgo hace; antes bien, se debe pertrechar uno de un gabán raído: pieza con múltiples simbologías místicas, una buena pipa de cedro y tabaco en abundancia. La primera Vía también prescribe andar lentamente, a grandes trancos, echar humo con pausa y llevar bajo el brazo al menos dos arrobas de viejos y buenos libros. La segunda Vía, es un simple "penseé" que he adoptado del señor L. H .M P., a la sazón Procurador (en grado m) en Madrid, y que reza: " Procuro, luego existo". Termino esta epístola a Su serenísima, recomendándole esta interesante fuente: http://tiopetrus.blogia.com/, si es que ya no ha reparado en ella a la vez que le anuncio mi disposición a hacerle una visita en su alejada villa cuando no sean interrumpidas sus doctas (cum libro) investigaciones. Por supuesto, su presencia y la de su esposa también serían muy bien recibida en estos lares. Deseándole las mejores procuraciones se depide, atentadamente, su fiel amigo, Miguel.

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